viernes, 26 de abril de 2013

Los Rosales (1)


Antecedentes históricos

La zona de Asia central es donde se dan la mayor variedad de rosales silvestres; precisamente, fue en China donde comenzó la intervención humana en el desarrollo del rosal, extendiéndose más tarde al Tíbet, Irán, el Cáucaso y, finalmente, a Europa. Pero el comienzo de la era más esplendorosa de la rosa, se remonta al siglo XIX con la Emperatriz de Francia Josefina, que era una gran amante de estas flores.


Hoy en día existen innumerables cruces, híbridos, híbridos de híbridos, y variedades de variedades que han producido hermosísimos ejemplares de rosa, fruto del trabajo de laboratorio de muchos botánicos

La rosa es una flor sumamente apreciada en jardinería, en realidad es la flor ornamental por excelencia, el cultivo desde muy antiguo avala sus cualidades; la poetisa lírica griega Safo (s. 600 a.C.) ya la consideraba en sus poemas, con todo mérito, como la reina de las flores. Hoy en día son innumerables los cruces, híbridos, híbridos de híbridos, y variedades de variedades que han producido hermosísimos ejemplares, fruto del trabajo de laboratorio de muchos botánicos.
Los rosales que se han venido cultivando desde siglos, y de donde se han obtenido las rosas más modernas, son en su mayoría procedentes de extremo oriente; algunos de estos rosales, hoy llamados clásicos, son la Rosa gallica, Rosa alba, Rosa damascena, Rosa centifolia o musgosa, Rosa chinensis, Rosa rugosa, Rosa de té, etc. Existen cientos de especies y numerosos híbridos y variedades. De forma espontánea en Europa es muy común encontrar el escaramujo, también llamado rosal silvestre, o zarzarrosa (Rosa canina).

El cultivo del rosal

Para el cultivo del rosal en toda su extensión, tenemos que abordar y desarrollar siete puntos importantes: La preparación de la tierra; la plantación; las condiciones ambientales; la poda; los parásitos, plagas y enfermedades; conocimiento de las variedades; métodos de propagación; hibridación.

Preparación de la tierra

Antes de proceder a la preparación de la tierra, es conveniente adquirir algunos conocimientos sobre su composición y la forma de corregirla, pues dependiendo de cada especie así requerirá un suelo más o menos neutro. En el caso del rosal, la tierra requiere algo de acidez, más bien cercano al punto neutro; si no disponemos de una tierra así tendremos que prepararla aportándole los elementos químicos u orgánicos y en las cantidades adecuadas, solo así nos aseguraremos que nuestro rosal se desarrollará en óptimas condiciones, y con el vigor que le permita hacer frente a eventuales enfermedades por empobrecimiento o inadecuada composición del suelo.

La reacción química del suelo se expresa en valores pH, es decir el volumen de iones de hidrógeno no neutralizados que contiene. El valor neutro (sin reacción) es 7; por su parte, un suelo cuyo valor pH esté por encima de 7 tendrá una reacción alcalina, si por el contrario es inferior a 7 será ácida.

En el mercado existen sistemas de análisis sencillos para comprobar el pH del suelo, y así proceder a corregirlo si fuera necesario. No es más complicado que analizar el pH del agua de un acuario o una piscina, mediante el lote de análisis que se adquieren en las tiendas especializadas. Un método utilizado para el análisis de la tierra son las tiras de papel tornasol, que según el color que adquiera así nos mostrará una tierra neutra, ácida o alcalina.

Como ya se dijo, el rosal requiere una tierra ligeramente ácida (un poco por debajo de 7). Una vez hayamos analizado la tierra y comprobada su reacción, procederemos a corregirla si no se adapta a nuestras necesidades. Si el suelo es muy alcalino (por encima de 7), podemos reducirlo añadiendo arcilla, humus y tierra vegetal, hasta que se acerque al valor deseado. Si el suelo es excesivamente ácido, deberemos añadir cal apagada en orden de unos 10 gramos por cada metro cuadrado, y si no es suficiente incrementando la dosis progresivamente hasta alcanzar el punto óptimo.

La tierra debe ser preparada en el verano anterior a la plantación, trabajando la tierra muy profundamente (más de medio metro), para que las largas raíces del rosal puedan emitirse con libertad. Independientemente del pH del suelo, deberemos atender a la compactación; si ésta es excesiva tendremos que añadir arena en proporción suficiente para mantener un buen drenaje. Si por el contrario la tierra es demasiado arenosa que impida un adecuado enraizamiento, tendremos que añadir tierra de jardín y arcilla. No olvidaremos añadir a la tierra estiércol bien descompuesto antes de labrar. Para la plantación en macetas podemos hacer unos meses antes una mezcla en las siguientes proporciones: un tercio de arena, un tercio de arcilla y un tercio de estiércol o mantillo, incorporando también un poco de cal apagada para rebajar la acidez; regar y remover de vez en cuando hasta el momento de su utilización.

Naturaleza educativa.

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